La muerte necesaria de la nueva Selectiva

Por Rogério Manzano

23 de Mayo de 2010

La nueva versión de la Serie Selectiva fue cancelada hace unos días atrás. La noticia no sorprendió. Ni siquiera interesaron las justificaciones, caricaturescas y poco originales, que ofrecieron los directivos oficiales.

El secretismo y el misterio que precedió a esta “decisión” final tampoco impresionó. Ha sido tema recurrente alrededor del béisbol cubano por los últimos 50 años.

Pero en la práctica, es conveniente que no se haya podido celebrar otra nueva versión de la Serie Selectiva. La pelota cubana no la necesita.

La cuestión no es si se agrega otro torneo con cuatro, seis u ocho equipos. Ni tampoco si se representan a todas las regiones del país o si se intenta elevar el nivel competitivo del deporte nacional.

El problema de la pelota cubana es el mismo que enfrenta la producción de alimentos, el transporte o la industria azucarera en la Isla… ineficiencia, ineficacia, incapacidad, invalidez… no tanto por los hombres, sino por el sistema político que traba, entorpece y arruina, con sus absurdas disposiciones ideológicas.

No es extraño que la mayoría la emprendiera, como casi siempre sucede, contra Higinio Vélez y la Comisión Nacional. Pero ellos no son el mensaje, sino los mensajeros, de un inmenso aparato burocrático cuya función no es producir, ni imaginar, sino regular, controlar y obedecer lo que “Papá Estado” ordena.

Todos los inventos anteriores, llámense Serie de los Diez Millones, Serie Selectiva, Copa Revolución o Súper Liga, no han sido más que remiendos transitorios en una fórmula que, en su esencia, no requiere de tantas complejidades para ser exitosa.

¿Qué resultados tuviéramos hoy si, desde 1962, se hubiese instituido un único concurso nacional de seis equipos, con todo el esfuerzo y los recursos volcados en su constante desarrollo, estabilidad y perfeccionamiento?

Sin duda, el producto de una verdadera “revolución” en la pelota, sobre la base de una magnífica estabilidad en los récords, las tradiciones y el espectáculo.

¿Qué frutos hubiéramos recogido hoy si, desde 1962, los peloteros cubanos hubiesen tenido la libertad de participar en las Grandes Ligas, amen de la implementación de algún procedimiento regulatorio, digamos, al estilo japonés?

Evidentemente, un conjunto colosal de estrellas ligamayoristas, un flujo constante de talentos, una cantera inigualable de experimentados veteranos y un desarrollo exquisito en la contienda doméstica.

Más que otro certamen selectivo, lo que precisa la pelota cubana es abrir una ruta inteligente hacia otra dirección. El camino presente sólo la ha llevado por una espiral cerrada, donde se repiten los mismos errores una y otra vez.

Por ejemplo, los dirigentes de la pelota en Cuba tienen la errónea percepción de que la Serie Nacional sólo puede ser exitosa si cuenta con representatividad territorial.

En verdad, el éxito de un campeonato de béisbol radica exclusivamente en la viabilidad que tengan sus creadores de llegar al máximo espectáculo, por encima de una simple convocatoria deportiva.

Pero, todos sabemos que eso nunca ha sucedido en Cuba. Porque para lograrlo, es necesario tener libertad económica, autonomía empresarial e independencia ideológica del “Gran Hermano”.

Levántese el bloqueo interno a los peloteros cubanos, elimínese el tabú del profesionalismo, revalorícense las tradiciones beisboleras, permítase la libertad de elección, y no necesitaremos nunca más Series Selectivas, ni inventos mediocres, para hacer de la pelota cubana la mejor del mundo.

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