Historia

Por Rogério Manzano

PERÍODO HISPÁNICO (1878-1899)

Diciembre refrescaba aquella tarde habanera de 1878 con una suave brisa invernal.

En una vetusta casa de la calle de la Obra Pía, número 17, un grupo de jóvenes apasionados por el deporte de las bolas y los strikes intentaban hacer realidad un sueño: organizar el primer campeonato de béisbol en la historia de Cuba.

De aspecto grave, pero bonachón, estaban allí los señores don Adolfo Nuño, don Carlos de Zaldo y don Joaquín Franke, en representación del club Almendares, mientras que los caballeros don Beltrán Senarens, don Ricardo Mora y don Manuel Labanda, asistieron por el Habana Base Ball Club.

Después de los saludos protocolares comenzó, en amigable debate, el examen de la Comisión. El señor Senarens fue el primero en tomar la palabra para dejar sentado que el principal propósito de los allí reunidos era establecer las bases de la convocatoria al primer campeonato de baseball entre los clubes que ellos representaban.

Don Ernesto Guilló tomaba nota de lo expresado, mientras los delegados acordaban que sólo se reconocerían los equipos de Almendares, Habana y Matanzas, aunque del último se dijo que sus delegados, en carta fechada el día 17, habían señalado la imposibilidad de asistir al encuentro, si bien estaban dispuestos a participar en la competencia y concedían su total aprobación a todo lo que allí se acordase.

La Comisión determinó entonces que cada club jugara seis desafíos contra sus adversarios (tres contra cada uno) y aquel que finalizara con mejor récord obtendría el premio del torneo, el cual consistiría en una bandera de seda blanca fileteada con los colores del vencedor y la inscripción CHAMPIONSHIP. El costo correría a cargo de los clubes derrotados.

La Liga, además, entregaría una medalla de plata a cada jugador acuñada con la siguiente inscripción: Isla de Cuba, Base-Ball Championship, 1878. También que se jugaría en días festivos o domingos, a partir del 29 de ese propio mes y que se utilizarían las reglas del Base Ball, según la guía oficial de ese propio año de 1878.

Con estas decisiones finales terminó el acto, se extendió por triplicado la voluntad de los presentes y Cuba se convirtió, desde ese 20 de diciembre de 1878, en la segunda nación del mundo en acometer semejante empresa beisbolera, tan solo dos años después de ser constituida en 1876 la Liga Nacional de los Estados Unidos.

Principió así un período romántico, en el que la Liga invernal de béisbol devino fuente de viva distracción por simple amor al deporte y donde se fomentó la pintoresca rivalidad entre rojos (Habana) y azules (Almendares). Una emulación competitiva que alcanzó extremos insospechados, no sólo entre los jugadores en el campo, sino que se transmitió a sus seguidores fuera del terreno y que se expresó de maneras muy diversas.

Después, la institución comenzó a evolucionar y su desarrollo trajo la necesidad de reemplazar a los jugadores que se retiraban. Los primeros sustitutos fueron escogidos entre los recogedores de pelota, los cargabates, los cuidadores de terreno y los asiduos a las prácticas. Esta novedad transfiguró el deporte. Lo hizo menos selectivo, menos elitista. Los que llegaban no siempre eran de las clases más altas y las actividades sociales de los clubes exigían ciertas regularidades económicas. Este fue el primer peldaño de un proceso que transformó al juego, y a la Liga, de simple entretenimiento en medio de subsistencia.

En este ciclo pionero, aún se transitó por fases más complejas. Una de ellas fue la Guerra de Independencia contra España (1895-1898), a la que acudieron los más comprometidos con la causa, muchos de los cuales llegaron a escribir su nombre con sangre en la lista de los héroes caídos en la lucha por la libertad.

Después de la conflagración armada, el país quedó desgastado económica, política y socialmente, mientras que el fin de siglo se acercaba en una penumbra de incertidumbre beisbolera tras cuatro años de temporadas suspendidas o interrumpidas.

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